Proponen el desarrollo del cultivo del maíz y su integración a las cadenas cárnicas en Chaco

Redacción
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Un trabajo realizado por docentes de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNNE plantea que el desarrollo económico a partir de los recursos naturales es posible y propone para el Chaco una estrategia concreta de despliegue de la cadena de valor del maíz que podría abrir oportunidades de expansión para esta provincia en materia energética y alimenticia.

“El complejo del maíz y desarrollo del Chaco. Una estrategia a partir de los recursos naturales” se denomina un artículo publicado en la Revista de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNNE.
El trabajo fue realizado por los docentes Agustín Kozak Grassini y Eduardo Alberto Aguilar, de la Cátedra Política Económica de FCE-UNNE, en base al diagnóstico de las cadenas de valor existentes en la provincia y en las oportunidades brindadas por el contexto internacional para diversificar y sofisticar la estructura productiva.
Según explican los autores del trabajo, la contribución del Chaco al PIB nacional es marginal, explicando apenas el 1,3% mientras que su población representa el 2,5% del total del país.
Además, Chaco se caracteriza por su competitividad limitada, explicando apenas el 0,6% de las exportaciones argentinas (la mitad que en la década del 90), con predominio de la especialización en materia prima que, en el mejor de los casos, exhibe una pequeña transformación industrial.
Así, más del 95% de la canasta de exportables depende de recursos naturales, ya sea directamente (72%) o indirectamente (25%), lo que demuestra que Chaco se especializa en exportar el recurso, más no el trabajo que se podría incorporar a él.
En ese sentido, Kozak y Aguilar consideran que es viable el desarrollo de la economía de la provincia del Chaco a partir de los recursos naturales, en la medida en que se forme un entramado productivo de creciente complejidad en torno a ellos.
Así, postulan a la cadena de valor del maíz para concentrar los esfuerzos de política industrial.
“Nuestra estrategia rechaza la idea de la maldición de los recursos naturales”, indican.

Desde la perspectiva de los autores, “la dependencia de los recursos naturales no es la causa de los decepcionantes resultados en materia de desarrollo, sino que es la consecuencia de la incapacidad para generar rentas derivadas de la innovación tecnológica y del capital humano a partir del despliegue de sus cadenas de valor”.
Por tanto, proponen “una integración internacional inteligente para transformar profundamente el sistema productivo del Chaco, convirtiendo granos en energía y carne para generar una estructura económica más integrada, competitiva y sostenible, así como más inclusiva en términos de generación de empleo y articulación territorial”.
CADENAS AGRÍCOLAS Y CÁRNICAS
Para exponer la integración del maíz a la cadena agrícola, se menciona que Argentina experimentó un intenso proceso de “sojización” del cual Chaco no estuvo exento, con actualmente un promedio de 1,5 millones de hectáreas sembradas anuales.
La oleaginosa explica alrededor de un 40% de la superficie cultivable, reemplazando en gran parte al tradicional cultivo del algodón, no obstante, se mantuvo indemne la tendencia al monocultivo, con sus consecuencias nocivas sobre la productividad de la tierra a largo plazo.
Este proceso de “sojización” tuvo implicancias de largo alcance, como la casi nula incorporación de valor agregado local, una concentración y centralización del capital agrario, y el desplazamiento del productor individual por la introducción de un nuevo actor a la actividad: el pool de siembra, que determinó que las decisiones acerca de qué sembrar sean más extractivas y especulativas.
En tanto, la cadena cárnica muestra signos de gran potencial, pero se encuentra muy desarticulada.

En primer lugar, la diversidad de rodeos en la provincia demuestra que la provincia está perfectamente preparada para la actividad. No obstante, Chaco se especializa en ganadería bovina siendo la proteína de origen animal con un mercado internacional menos dinámico que la carne aviar y porcina.
En segundo lugar, la actividad ganadera exhibe múltiples indicadores de ineficiencia manifiesta: una tasa de destete promedio del 50%, lo que en términos industriales equivale a decir que la fábrica funciona a la mitad de su capacidad; una baja receptividad de los campos, con una carga animal de 0,33 unidades ganaderas por hectárea; y una especialización cada vez mayor en actividades de cría, en lugar avanzar hacia la invernada o ciclo completo.
Todo esto se traduce en una actividad ganadera que tiene mucho para crecer, pero actualmente el mayor valor se agrega fuera de la provincia.
Así, habiendo potencial para alcanzar los 300/450 kilos por animal, los terneros se comercializan con 160/180 kilos. Chaco es exportador neto de hacienda destinada a la faena y a la invernada. En ambos casos el movimiento emisivo triplica al receptivo. El 86% de la carne consumida en el centro de Resistencia proviene de Santa Fe y Buenos Aires.
La eficiencia de la ganadería bovina, así como la incursión en otras actividades ganaderas con mercados internacionales más dinámicas, requiere críticamente de la suplementación a gran escala. Esto podría mejorar la condición corporal de las vacas en épocas de entore, aumentar la receptividad de los campos, lo que se traduciría en mejores índices de destete y más kilos producidos por hectárea.
Al mejorar la calidad de los rodeos, los frigoríficos podrían colocar carne local en las carnicerías de Resistencia o incluso “exportar” a otras provincias.
LA PROPUESTA
Frente a dicho escenario en las cadenas agrícolas y cárnicas, se remarca que es necesario aprovechar la ventana de oportunidad que se presenta en el contexto, desarrollando las cadenas de valor a partir de las actividades primarias para las cuales la provincia de Chaco cuenta con ventaja comparativa.
“Aquí entra el maíz, un cultivo agronómicamente más apropiado para el suelo chaqueño y más robusto ante un clima cada vez más extremo; además de mostrar un mayor potencial para transformar granos en carne. No obstante, menos atractivo para el productor desde el punto de vista de su racionalidad económica de corto plazo” exponen los licenciados Kozak Grassini y Aguilar.
Para romper ese círculo vicioso de la rentabilidad económicas inmediata, consideran que la política industrial provincial podría avanzar en tres frentes simultáneos: estimular inversiones en frigoríficos porcinos y aviares, facilitar la transición de productores a estas actividades pecuarias y atraer la industria de extrusado (crushing) del maíz.

Esta última variable, extrusado, es clave para disparar diversos eslabonamientos capaces de integrar la producción provincial, agregando valor con potencial exportador. De este proceso se obtienen el etanol y los granos de destilería.
El primer elemento abre la oportunidad del mercado de las energías limpias, ya que el etanol de maíz es necesario para garantizar el corte obligatorio por la Ley de Biocombustibles para naftas. El segundo elemento, según diferentes estudios de especialistas, potencian las excelentes propiedades nutricionales del maíz en una sustancia que es palatable para los animales, lo que lo convierte en un gran aliado para la suplementación.
Así, un segundo beneficio sería el fortalecimiento de la industria cárnica local al garantizar una mayor disponibilidad de alimento para obtener una materia prima de calidad, lo que podría aumentar su producción y competitividad en mercados exigentes.
Una tercera ventaja, al aumentar la oferta de suplementación, sería la posibilidad de diversificar la actividad pecuaria hacia aves y porcinos, los que son más demandados a nivel mundial y además convierten más eficientemente granos en carne, tienen ciclos productivos más cortos y que requieren menor superficie.
Estas “nuevas ganaderías” podrían estar asociadas a frigoríficos para abastecer la creciente demanda local de estas carnes o para volcarlas a la exportación, dado que la porcina y la aviar son las proteínas animales más demandadas en el mercado internacional.

Finalmente, estas plantas industriales podrían delegar el engorde en pequeños productores, cuya reducida escala limita sus opciones productivas y su nivel (de conocimiento) tecnológico los condenan a la subsistencia. De esta manera, el despliegue de la cadena de valor del maíz podría ofrecer una alternativa de reconversión productiva a un estrato de productores que hoy vive de la asistencia estatal en forma de semillas y combustible.
Señalan que, en el marco de una política más amplia que busque alterar deliberadamente la rentabilidad relativa del cultivo del maíz mediante la incorporación de una fuente de demanda local masiva, como sería una planta de extrusado motivada por una cuota asignada por el régimen de biodiesel para la provisión de etanol, es evidente que para maximizar el agregado de valor local se requiere una “estrategia de pinzas”.
Esta estrategia implica que el Estado asista a los productores en la transición hacia la nueva actividad de engorde y la complemente con la captación de inversiones para expandir la actividad frigorífica. Esto permitirá abastecer la creciente demanda doméstica de carne aviar y porcina y generar saldos exportables.

“Esto demuestra la necesidad de intervenciones simultáneas y coordinadas desde la política provincial para poner en marcha esta transformación económica”, reconocen los docentes de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNNE.

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